Estoy aguaitiando un lienzo de colores opacos a esta hora de la mañana y desde mis adentros siento esa alegría que aterriza desde El Ernesto Cortissoz hasta la punta Roca de mis amores.
La 44 parece desolada como las dunas de la Guajira y cuando bajo a la cuadra, me doy cuenta que es solo un sueño. Por allá en el bololó aparecen figuras extrañas y con mucho asombro logro reconocer que es Esthercita en su Cadillac modelo 73. Una mujer apasionada por su tierra y que por muchos años esparció lo que hoy somos y tenemos.
Al caer la cayenas del palo de matarraton, la luna de Barranquilla tendrá una cosa de maravilla minúscula como los cumbiamberos.
Somos luz, fuerza y tradición. Así que mi querido barranquillero no digas que sólo somos gastronomía. Tampoco somos Medellín, abre el ojo y recuerda que somos un encanto mágico.
Y esto va más allá de 154 km (al cuadrado) no es solo carnaval. Somos cambamberos, recocheros y educados.
Curramba adorada te tengo a un paso de mi hogar y siempre te buscaré.
El bembé de una currambera
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