Desde el seis de abril desempolvo mi pinta currambera y con mucho entusiasmo me engancho mi gorra carnavalera.
Años han pasado de la Arenosa que las calles ya no son las mismas al recorrerlas caminando con mis alpargatas sin cesar.
Mis ojos de tamarindo se destapan escuchando al son del bullicio de la Amira. Me pongo las luces de colores que destellan brillo, así como si yo tuviera puesto un disfraz del gallo que me hace girar.
Con guayabo de mi linda ciudad paso la tarde degustando un raspao en el gran Malecón del Río y risas vienen y risas van como el jolgorio del carnaval.
Tradiciones que toco con mis manos esos trastes de madera tallados por artesanos de verdad verdad.
Cae la luna menguante sentada en una tarima viendo caer las hojas del mar con un vino rosado envuelto sobre mi paladar y cuando abro mis ojos 211 años pasaron ya.
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