Un lugar mágico en la sabana cordobesa con unos amaneceres llenos de una niebla blanca empañando las ventanas de la casa de madera. Me levanto bien temprano con el sonido del gallo y de inmediato voy al corral de las vacas a beber leche recién ordeñada con un sabor fuerte y de un lienzo blanco en el totumo. Me duermo toda la mañana y el reloj pasa lento como el pasofino. Me levanto y hago aseo en la casa llena de parches de barro, me ensucio toda y voy al baño de palma, saco agua del pozo y me ducho entre la paja.
Ya es hora del almuerzo pero antes de eso bebo agua de la tinajera mientras hablo con mi abuela Mireya y como siempre me regaña porque estoy muy flaca, ella se pasa la mano sobre el dril y me regala un billete de $2.000 pesos y me susurra al oído que no le diga a ninguno de mis primos y hermanos. Por allá lejos grita mi tía Mayito: "Ven a almorzar Yuiris" veo mi plato y es pavo guisado lo que a mi me encanta y mi papá hace guarapo de limón mandarina con mucho hielo.
Llega la tarde y todos mis primos y yo nos peleamos los dos caballos para montarlos, cae la noche y a esa hora es que monto el Niñero, montarlo es como pasear sobre las nubes de mi sabana hermosa. Antes de terminar mis vacaciones visitamos San Marcos y pasamos por el río y aunque el clima está caluroso nos comemos unos bolis al regresar a la finca Florencia. Al día siguiente en la mañana me duermo en una hamaca sobre el palo de limón, mi sueño es tan profundo que ni siquiera siento el sonido de los animales.
Me despierto y voy a otra visita inesperada en la casa de mi tío Camel, al caminar por el sendero de césped siento ese olor de excremento de vaca que me encanta. Esa misma noche vamos a una fiesta en el Crucero y al son de la banda bailamos la espeluca de Colomboy. Y aunque se termino mi descanso en la Corocita siempre volveré a mi tierra adorada.
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